En pleno desierto de los Monegros, allí donde parece nada puede haber, emerge la maravillosa Cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes, en el término municipal de Sariñena, un monumento que tuvimos la oportunidad de conocer el día previo a la V trinchera viviente de la Ruta Orwell (puede ver un resumen de la misma pinchando AQUI).

Un poco de historia de la Cartuja de las Fuentes

Imagen de la Cartuja extramuros. Fotografía: Cartuja de las fuentes – Facebook

Todo comenzó con el Monasterio de Nuestra Señora de las Fuentes, creado bajo el patrocinio de los Condes de Sástago a principios del siglo XVI, la primera fundación de monjes cartujanos fue realizada allá por el 1507.

En el siglo XVIII se levantó un nuevo monasterio, que es La Cartuja tal como la conocemos ahora, convirtiéndose en uno de los elementos más importantes de la arquitectura de la Ilustración del siglo XVIII en Aragón.

 Pero su importancia no sólo radica en su antigüedad sino también en las pinturas murales realizadas por fray Manuel Bayeu, que decoran más de 2.000 metros cuadrados en su interior. El que fuera hermano del pintor de cámara del rey, Francisco Bayeu, y también cuñado de Francisco de Goya, pintó durante casi toda su vida en las paredes, techos, bóvedas y capillas del complejo monacal.

Entrado el S. XIX la Cartuja sufrió el azote de la Guerra de la Independencia y posteriormente la desamortización de Mendizábal, por la cual acabó su uso religioso para convertirse en un elemento civil siendo usado como balneario gracias a sus aguas minero medicinales emergentes de la Fuente origen de todo.

Llegada nuestra última contienda fratricida la cartuja fue utilizada como cuartel militar de ambos bandos, primero los republicanos y caído el frente de Aragón en 1938 los sublevados, eso hizo que se proyectara la visita en el marco de la trinchera viviente de la Ruta Orwell – Alcubierre.

Comienzo de la visita

Tiene algo mágico la Cartuja de las Fuentes cuando llegas, en un primer momento se ven unos muros, que si bien son de considerable tamaño no logras intuir con ellos el mágico momento que vivies cuando traspasas la puerta principal y se abre a tus ojos el edificio de la Cartuja, un comentario se escapa de las bocas de los visitantes y es…»guau, pero cómo es posible este esto aquí».

Avanzas por la explanada con las primeras explicaciones del guía, mención aparte hare después a Alberto porque se merece más que unas líneas un libro entero, hasta llegar al edificio principal y allí otra vez la boca se abre con gran ángulo cuando llega la visión de las pinturas.

Pinturas murales con todos los tipos de técnicas que amablemente son explicados y tratados, siendo causa de admiración y deleite hasta por gente no entendida en arte como éramos nosotros.

Visión de la Cartuja de las Fuentes desde una óptica de aficionado a la guerra civil

Es en medio de esas explicaciones sobre pinturas cuando de repente nuestros ojos paran en un grafiti encima de una puerta, parecen el nombre de una escuadrilla aérea, preguntamos al guía y si, es el numero de la escuadrilla de aviones nacionales que ocuparon la Cartuja, desde ese momento cambia algo en nosotros.

Pintura de la escuadrilla nacional que ocupó las dependencias

Todos los compañeros empezamos a escudriñar las paredes, empiezan los primeros grafitis de soldados que vivieron allí durante la guerra civil, salimos de la nave principal a la zona de las capillas y allí el tutom revolutum de recreadores, cada cual mira una pared, la fotografía y grita «mirar, mirar» pero nadie contesta, porque otros están en exactamente lo mismo.

Graffiti de un miembro de la Columna Durruti

Continuamente grafitis en todas las paredes, nombres, unidades, partidos políticos, pueblos de origen, frases anticlericales, lemas… entrar en cada capilla donde los soldados pasaban sus ratos y dormían es un momento de algarabía que no cesa, de capilla en capilla, de pasillo en pasillo, es increíble, junto a inscripciones republicanas emergen otras nacionales del Batallón América, de unidades de infantería…restos de pasquines pegados en las paredes, caricaturas…

Así se nos pasan un par de horas, insuficientes a todas luces, necesitaríamos más de un día entero para ver todo lo que allí existe, es inabarcable, nos enseñan estancias especiales como el pozo, la bodega… pero por desgracia el día va llegando a su fin y queda en toda una sensación común, «aquí hay que volver con más tiempo», «esto debería estar todo documentado y editado para su conocimiento».

Momentos en los que se van descubriendo las inscripciones

Agradecimientos

Queremos dedicar las ultimas líneas de este post sobre la Cartuja de las Fuentes a ti, Alberto Lasheras, nuestro guía, todo lo bueno que podamos se quedaría corto, solo quien te conoce y ha visitado contigo la Cartuja se puede imaginar tu pasión por el lugar, tus grandes conocimientos sobre él, como consigues trasladar ese amor por el edificio a los visitantes y sobre todo, tu enorme paciencia con despistados como nosotros los cuales no nos despagábamos de cada pared ni con agua hirviendo, prometemos volver con una buena vara de avellano para que nadie se quede atrás.

Visitantes a la Cartuja de las Fuentes

GRACIAS, GRACIAS Y DE NUEVO GRACIAS, nos hiciste pasar un momento maravilloso, lo disfrutamos como chiquillos.

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